Cuando me siento sola

 
Ahí en la sala de cine, podía ver a Sandra Bullock interpretar a la Dra. Ryan Stone, una especialista espacial que junto a su tripulación tenía la misión de reparar el telescopio espacial Hubble. Mientras se dirigían a lograr su objetivo, unos desechos espaciales golpearon su nave a una altísima velocidad y la desconectaron del transbordador, dejándola a la deriva en la inmensidad del espacio.

Una mujer sola flotando sin dirección en la oscuridad del universo, totalmente desconectada de toda fuente de vida y estabilidad, paralizada por el miedo de que sus pies no volvieran a tocar la tierra, y aterrorizada por la posibilidad de morir asfixiada.

La cámara se alejó de ella hasta el punto en que se veía diminuta en medio del gigantesco sistema solar. En ese momento todo se detuvo, y pude recordar los momentos en los que me he sentido sola. ¿Has estado ahí? Esos momentos en los que tu corazón se ha sentido aislado, donde te has encontrado desconectada de todo aquello que te provee estabilidad. Tiempos en los que las siete mil millones de personas en el mundo parecieran estar de vacaciones. El silencio suena tan fuerte que es incómodo a los oídos; tu corazón duele tanto que ya no eres capaz de sentir ningún otro dolor. Te vuelves fría e indiferente, y no sabes a dónde acudir o qué hacer.

Si estás leyendo esto, es probable que te sientas así ahora mismo. Es por eso que quiero lanzarte una cuerda a la que puedes aferrarte para volver a la única Roca firme.

No eres la única

Todo inició en el Edén, cuando el pecado oscureció nuestros corazones y fuimos lanzadas a un abismo de soledad. Corazones que tenían una perfecta comunión con su Creador y con sus semejantes experimentaron por primera vez la tensión del abandono, y nosotras aún recorremos el mismo camino y sentimos el mismo vacío.

¿Te das cuenta? ¡No eres la única! La soledad ha acompañado a los seres humanos por generaciones. Sin discriminar la etapa de vida: se infiltra en los corazones que saltan en su juventud y en los que se cansan con sus arrugas. No toma en cuenta los roles: está presente en las mujeres solteras como en las que cuentan los días para su boda, así como en las casadas y las que tienen la casa llena. No diferencia su función en el cuerpo de Cristo: afecta a la que se sienta en el último banco de la iglesia, a la maestra de escuela dominical, y a la esposa del pastor. La soledad no distingue la madurez espiritual: toca a las nuevas creyentes y a las misioneras en Asia.

Todas sin excepción somos potenciales presas de la soledad. Pero la buena noticia es que la solución para todas es la misma, y es bien accesible.

La cura para la soledad

No es simplista decirte que el evangelio es la cura para el alma solitaria, porque sin importar el tipo de compañía que el corazón humano anhele, la satisfacción absoluta proviene de nuestro Dios.

Es por eso que ante tanto distanciamiento de Dios y el hombre a causa del pecado, el Padre envío el único medio a través del cual nuestras almas encontrarán completo gozo: Emanuel, Dios con nosotros. Ningún ser humano iba a poder solucionar el problema de la soledad humana. Se requería que Dios mismo se encarnara, pagara el precio de nuestro pecado, y experimentara la más profunda soledad en la cruz (Marcos 15:34) para que hoy al depositar toda nuestra confianza en Él podamos gozar de la compañía permanente de Aquel quien lo llena todo en todo. Desde ese momento en el que creímos en Cristo, el Espíritu Santo hizo de nosotros su morada. ¡Qué nivel de intimidad y cercanía! Tan decidido fue su amor que Aquel que lo hizo posible, el Hijo, también prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin (Mateo 28:19-20).

¿Crees que eso es todo? ¡No! Él ha prometido volver, Él va a restaurar todas las cosas, Él nos llevará a un hogar completamente nuevo, dónde no habrá más soledad, no tendremos que llorar y si llegamos a usar nuestras lágrimas, serán de un gozo tan pleno que envolverá todo nuestro ser.

Esperanza en medio de tu circunstancia

¡Tú no eres la Dra. Ryan Stone! A pesar de que tu mundo se sienta tan denso como el oscuro universo en el que ella flotaba con desesperación, tú tienes una esperanza que trasciende a este mundo roto. Tu dolor puede ser profundo, pero pierde fuerza cuando lo comparas a la eternidad que te espera en compañía de tu Salvador. Aquel que levantó a Cristo de la muerte es tu Consolador y te ha prometido su compañía y su ayuda para guiar tu errante corazón a la verdad.

“Entonces Yo rogaré al Padre, y El les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre”, Juan 14:16.

”Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, El les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que les he dicho”, Juan 14:26.

Aconseja tu corazón con la verdad una y otra vez

Si eres cristiana, creo que ya sabes estas cosas. Pero también sé que se te olvida, porque a mí se me olvida. Y en medio del ruído y del silencio, empiezas a sentir que…tal vez… si acaso te atreves a decirlo…Dios te ha olvidado. En esos momentos, ¡recuerda Sus verdades!

Que el evangelio sea la cuerda que sostenga nuestros corazones en momentos de soledad.

Que nuestra soledad terrenal ya no nos empuje hacia nosotras mismas y nos empuje hacia el único que puede satisfacernos por completo.

Que el dolor que nos produce la falta del calor humano pueda ser entregado a Aquel que experimentó el mayor de los dolores en la cruz.

Que nuestras mentes estén tan llenas de la verdad y que no demos lugar a la autoconmiseración.

Que “Dios con nosotros” sea lo que llene cada espacio vacío en nuestro interior.

Que nuestras emociones sean informadas de la obra de Aquel que dio su vida por nosotros para acercarnos a Él para siempre.

Que nuestros afectos sean inflamados por la esperanza gloriosa de que estaremos con nuestro Salvador por toda la eternidad.

Que nuestra seguridad esté firme en la promesa de que llegará un día en el que abrazaremos a nuestro Señor y ya no habrá nada ni nadie que nos pueda separar.

Que el evangelio nos ayude estar contentas cualquiera que sea nuestra situación y que estampe eternidad en nuestros ojos.

Amada hermana, Jesús y solo Jesús es la cura para la soledad.

Escrito por Betsy Gómez
Betsy Gómez es ​hija y sierva de Dios por gracia, esposa de Moisés desde el 2005, madre de Josué y Samuel, y portadora de un ferviente anhelo por llevar el evangelio a las siguientes generaciones. Actualmente forma parte del ministerio para mujeres Aviva Nuestros Corazones y junto a su esposo sirve a los jóvenes universitarios y a un grupo de parejas en la Iglesia Bautista Internacional. Puedes encontrarla en Twitter.
 
Fuente: https://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/cuando-me-siento-sola

 
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