Si tan solo supiera por qué

Si-tan-solo-supiera-por-qué---Por-Vaneetha-Rendall

 
Contraje poliomielitis mucho después de que supuestamente fue erradicada. La doctora dio un diagnóstico equivocado de mis síntomas porque nunca antes había visto poliomielitis, y ese diagnóstico equivocado llevó a una parálisis generalizada. Pasé gran parte de mi infancia en hospitales, marcada por cirugías dolorosas.

Más de treinta años después, mi bebé murió porque el médico sustituto no estaba familiarizado con su condición cardíaca. El doctor le suspendió el medicamento que lo mantenía con vida. En el transcurso de dos días, mi hijo se había ido.

¿Cómo podría reconciliar estas pérdidas? Eran indescriptibles. Evitables. Inesperadas. Y de cara a estas catástrofes, mi pregunta natural era, “¿Por qué?” ¿Por qué pasó esto? Si Dios estaba en control, ¿por qué lo permitió? ¿Por qué no lo detuvo? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Esa pregunta me persiguió durante años.

Esa explicación difícil de encontrar

Estaba segura de que si tenía una explicación para mis pruebas, si pudiera entender los propósitos de Dios en ellas, si tan solo tuviera una razón, entonces podría aceptar mis perdidas con más gracia. Y he oído a muchas más personas decir la misma cosa: Si tan solo supieran por qué, serían capaces de seguir adelante.

Saber el por qué parece ser la clave elusiva que de alguna manera podrá liberar todo nuestro dolor. La clave que traerá claridad y paz. Libertad.

El no saber por qué, tener que confiar en Dios en una situación que no tiene sentido —cuando se siente como que el mundo ha explotado y quedamos recogiendo los fragmentos astillados de nuestra vida— parece imposible.

Confía en Él en la oscuridad

Dios pide lo impensable. Confiar en él en la oscuridad. Aceptar su voluntad cuando no entendemos. Someterse a su soberanía en medio de la incertidumbre. Creer que él tiene un propósito cuando nada tiene sentido. Impensable como es, Dios me sigue pidiendo que confíe en él.

Esta invitación no es lo que yo quiero. Yo quiero entender. Quiero ver. Quiero estar de acuerdo. Aceptar la invitación de Dios requiere fe, la cual poseo en gran medida cuando no estoy en el horno. Pero esa fe vacila cuando las llamas me envuelven y mis sueños se desmoronan.

La muerte de mi hijo, mi delicado estado de salud, mi matrimonio destrozado – cada uno trajo agonías inexpresables. Después de cada pérdida, decidí confiar en Dios implícitamente, pero las nuevas pérdidas trajeron nuevo dolor inevitablemente, y con ellas, viejas preguntas. ¿Eres bueno? ¿Me amas? ¿Por qué está pasando esto?

Cada vez me tomó cierto tiempo llegar al lugar de liberación y confianza. Pero cuando me di cuenta de cómo mis preguntas sólo alimentaban mi malestar, eventualmente abandoné mi demanda de entender. Y paradójicamente, el abandonar esta demanda, fue lo que contenía la clave elusiva de lo que estaba buscando. Fue esta confianza, aceptación, sumisión, y fe, lo que me transformó en mi dolor.

La verdadera libertad es confiar en Dios

El proceso de renunciar a mi demanda de entender es lo que me liberó.

Mientras pensaba que la libertad estaba en encontrar las respuestas, la verdadera libertad se encontraba en mi rendición a esta búsqueda de respuestas. Yo no tenía necesidad de averiguarlo. No necesitaba tener sentido para mí. No necesitaba entender los detalles. Solo necesitaba confiar en Dios. Confía en él porque él es infinitamente más sabio, más amoroso y más determinado de lo que yo soy.

Él tiene una razón para mi dolor. Muchas razones. Aun cuando tengo una pérdida total para mencionar una. John Piper dice: “Dios siempre está haciendo 10,000 cosas en tu vida, y tú puedes estar consciente de tres de ellas.” Podemos ver algunas de las cosas que Dios está haciendo, una o dos maneras en las que está redimiendo nuestro dolor, pero nunca vamos a ver la imagen completa en la tierra. A menudo, todo lo que podemos ver es nuestra pérdida.

Pero si pudiéramos ver lo que Dios ve, estaríamos atónitos. Hay muchas más cosas sucediendo en el reino celestial de lo que podemos entender.

Encontrándose con Dios en el dolor

El libro de Job nos da un vistazo singular de este mundo invisible. Nosotros, los lectores, somos llevados tras bastidores a la sala del trono de Dios. Estamos al tanto de mucho de lo que Job no puede entender sobre su tragedia.

La respuesta inicial de Job ante sus inimaginables pruebas fue aceptación y adoración. Pero a medida que los días y las semanas transcurrían sin alivio, Job comenzó a discutir con Dios, lamentando su situación, cuestionando por qué su vida se había destrozado a pesar de su fidelidad.

Entonces Job se encontró con Dios personalmente. Y una vez más, su respuesta fue aceptación y adoración. Ahora Job no necesitaba entender. Se arrepintió en polvo y ceniza por cuestionar a Dios. Por acusar a Dios de injusticia. Por exigir una respuesta.

Job aprendio que el Señor tenía un propósito. Dios había demostrado de manera inequívoca que todas sus acciones eran intencionales. Desde establecer que tan lejos puede llegar el océano hasta imponer la mañana, todo lo que Dios gobierna estaba perfectamente orquestado. Ninguna cosa en toda la creación fue al azar, o escapó de su ojo vigilante.

Después de que Dios reveló su increíble poder a Job, Job declaró: “Yo sé que Tú puedes hacer todas las cosas, y que ninguno de Tus propósitos puede ser frustrado” (Job 42:2). Pero sorprendentemente, Job no tenía idea de cuál era ese propósito. Dios nunca dio a Job explicación alguna por su sufrimiento. En cambio, el Señor le demostró su absoluto poder y sabiduría. Y eso fue suficiente para Job.

“Dios no se defiende a sí mismo”, dice Ron Deal acerca de Job, “él solamente se define a sí mismo. Y de alguna manera, en esta contestación, la fe de Job se transforma “. Deal continúa diciendo, “El sufrimiento había invitado a Job a a Dios de una manera que nunca había hecho antes…Job aprendió que podía confiar en Dios con las cosas en esta vida que nunca tendría el privilegio de entender”.

Y así sucede con nosotros.

La respuesta es Dios

Cuando confiamos en Dios con las cosas de la vida que talvez nunca entendamos, somos transformados. Puede que nunca sepamos por qué estamos pasando por pruebas. Pero podemos descansar en el hecho de saber que siempre existe una razón para nuestro sufrimiento – 10,000 razones. Razones que son más grandes y espléndidas que cualquier cosa que podamos imaginar.

Un día nuestra fe será como la vista, y veremos todos los propósitos gloriosos de Dios en nuestras pruebas. Pero por ahora, mientras esperamos, debemos confiar en él.

Siempre hay un “por qué” para nuestro dolor. Puede que nunca lo entendamos en esta vida, pero esto podemos saber: En la medida en que decidimos dejarle nuestras preguntas a él, Dios nos contestará con nada menos que a sí mismo.

Escrito por Vaneetha Rendall
Vaneetha Rendall es una escritora independiente que vive en Raleigh, Carolina del Norte.
 
Fuente: http://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/si-tan-solo-supiera-por-que

Comentarios

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *