Soy madre y al mismo tiempo soy miembro del cuerpo de Cristo en una iglesia local. Por alguna razón, estas verdades compiten y crean una tensión en nuestros corazones. ¿Cómo puedo abrazar la maternidad y al mismo tiempo ser parte activa y servir en mi iglesia local?
Antes de responder a esta pregunta, necesitamos tener algunos conceptos claros. La maternidad es el llamado principal de una madre. Es su campo de acción y su más importante ministerio. Es tan seria la misión, que el descuido de la misma resulta en blasfemia a la Palabra de Dios (Tito 2:3-5). Es por esto que una madre debe considerar su rol con responsabilidad.
Tomando en cuenta que tienes eso muy claro, volvamos a la pregunta inicial. Probablemente la tensión se origine porque tenemos un pobre entendimiento de la razón por la que existe la iglesia local. Quizás pensamos que el motivo primordial de la misma es mantener un programa de actividades o una estructura donde la gente tiene que “ir” a servir. Y de ahí parte nuestra confusión. Entendemos que el ministerio y el servicio al cuerpo de Cristo debe hacerse solamente dentro de las facilidades de la iglesia o a través de un ministerio establecido. Por su parte, mira esta descripción de una de las primeras iglesias formadas por los apóstoles:
“Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno. Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos”, Hechos 2:42, 44-47.
La razón por la que divorciamos el servicio a la iglesia local de la maternidad es porque reducimos todo a reuniones, charlas, ensayos, cursos…(sigue la lista). Se nos hace muy difícil conectar la realidad de nuestros hogares con las necesidades del cuerpo de Cristo. Se nos hace difícil ver que es un cuerpo orgánico, cuyas partes están involucradas unas con otras en el contexto de una vida en comunidad. Más allá de los ministerios populares, hay oportunidades de servicio que están en la sombra, que no son muy visibles, pero que tienen el mismo valor e impacto eterno.
Criar a tus hijos en el temor del Señor es un gran servicio a tu iglesia, apoyar el liderazgo de tu esposo, y nutrir tu hogar ayuda a mantener la salud de tu congregación. Tu trabajo como madre es un ministerio formal al cuerpo de Cristo, aunque no tenga título, ni reciba reconocimiento público.
Y en la medida en que tus hijos crecen, ese ministerio puede extenderse a otros. Es parte del discipulado hacia ellos fomentar en tu hogar una cultura de servicio, desde dentro hacia fuera. Si no modelamos el servicio frente a nuestros hijos es muy probable que ellos crezcan con una actitud consumista hacia la iglesia, entendiendo que ellos solo van a recibir y nunca a dar.
Aquí te comparto algunas ideas de cómo servir junto a tus hijos:
“Haya, pues, en ustedes esta actitud (esta manera de pensar) que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que Se despojó a sí mismo tomando forma de siervo…”, Filipenses 2:5-7.
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