Recuperando la prioridad de la santidad personal

 
“Si la Palabra no mora con poder en nosotros”, escribió el puritano John Owen, “no pasará con poder por medio de nosotros”.1 Este ministro piadoso personificó esta verdad en su vida personal y ministerio público hace más de tres siglos. Durante años llevó el mensaje de Jesucristo a las trincheras de una cultura tan caótica como la nuestra, mientras que simultáneamente trataba con la muerte de su esposa y la de sus once hijos. John Owen no era un teólogo encerrado en una torre de marfil, sino un pastor celoso que trabajó al borde del agotamiento para promover el trabajo de los reformadores. Es recordado por haber alumbrado con la luz del evangelio las áreas espiritualmente oscuras de la política y la academia. Y su amor por la Escritura se expresaba clara y poderosamente por la variedad de púlpitos a los que Dios lo llamó.

Sin embargo, lo que le dio a John Owen el éxito en el ministerio no fue tanto su habilidad de oratoria, ni su celo evangelístico, ni siquiera su amor por la gente que pastoreó. John Owen fue utilizado poderosamente por Dios porque era un hombre caracterizado por la santidad personal. Y en una época en la que la iglesia está imitando el mundo, donde ya no se le distingue de nuestra cultura dominada por el placer, el ejemplo de John Owen brilla como un faro en una noche tormentosa.

Consideremos si hemos permitido que la cultura contemporánea se infiltre en nuestras mentes y corazones. ¿Hemos puesto al revés el deseo de Cristo? En lugar de que la iglesia esté en el mundo, la iglesia está trayendo la mundanalidad hacia adentro de ella. Si somos honestos, tal vez descubriremos que estamos contribuyendo a esa tendencia. En lugar de confiar solamente en la suficiencia de la Palabra de Dios, ¿empleamos consejeros que aplican métodos mundanos de análisis psicológico en nuestras iglesias para atender las necesidades de la gente? ¿Adoptamos medios mundanos para llegar a los “buscadores” que se sientan escépticamente en los bancos de atrás, en lugar de ofrecerles las verdades del evangelio y de la vida cristiana? La enseñanza fiel de la Palabra de Dios está desapareciendo. ¿Estamos entre los que han reemplazado la predicación con elaboradas producciones dramáticas que buscan entretener? En términos de relaciones de pacto, las tasas de divorcio, y nuevos matrimonios reflejan las estadísticas de la sociedad. ¿Dónde estamos? ¿Cuál es nuestra posición? La iglesia se ha vuelto tolerante a todo tipo de compromiso bíblico, dejando de lado los principios que Owen y sus contemporáneos habrían protegido y defendido con sus vidas.

A diferencia de Owen, estamos en peligro de creer equivocadamente que sin entretenimiento y otras concesiones mundanas, nadie querrá lo que Jesús ofrece. No olvidemos el diálogo en el capítulo 19 del Evangelio de Mateo, entre Jesús y el joven rico, cuando Jesús le dijo al hombre las realidades del verdadero discipulado. Cuando el rico se dio cuenta de que se necesita un sacrificio personal para vivir en el reino de Dios, se marchó. ¿Qué hizo Jesús? No hizo lo que muchas iglesias hacen hoy: correr tras el hombre en un esfuerzo por hacer más atractivo el evangelio. No, Jesús lo dejó ir, porque una persona solo puede seguir a Cristo bajo los términos de Dios.

Owen se involucró en la cultura sin rendirse ante ella porque su principal deseo era reflejar la pureza de Dios en su vida y ministerio. Él permaneció fiel a las verdades de la Escritura en su predicación, incluso frente a y a pesar de la persecución que puso en riesgo su vida. ¿Por qué? Por su compromiso con la santidad. La gente acudía en masa a escuchar predicar a Owen porque reflejaba el carácter de Dios. Owen escribió, como dice el libro de Peter Toon: “Espero sinceramente tener como deseo en mi corazón a Dios, y como principal propósito de mi vida… la mortificación y santidad, y que éstas puedan ser promovidas en mi propia vida, y en los corazones y caminos de otros, para la gloria de Dios, para que el evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo sea adornado en todas las cosas”.2

Me temo que la santidad personal no es una prioridad dentro de la iglesia, incluso entre sus líderes, como lo fue en los días de los puritanos. Muchos ministros a menudo están más preocupados por el crecimiento visual y el éxito, que por cultivar la pureza personal. Ciertamente ese no fue el caso de John Owen. En lugar de dedicar mucho tiempo al desarrollo de diversiones innovadoras para la hora del culto, Owen hizo de la comunión privada con Dios una prioridad principal. Comprendió por qué el apóstol Pablo escribió: “Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto” (Rom. 12:2Rom. 12:2
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). La Palabra de Dios es el medio empleado por el Espíritu Santo para transformarnos a la imagen de Cristo, así que si la predicación y la evangelización son eficaces, la comunión privada con Dios en su Palabra debe ser más importante que descubrir la última técnica ministerial. Owen escribió que “se haga lo que se haga en las iglesias, si los pastores de ellas, o aquellos que son reconocidos, no son ejemplares en la obediencia y santidad del evangelio, la religión no continuará ni mejorará entre el pueblo”.3

Sin embargo, la santidad no es solo una necesidad para los ministros. Si la iglesia quiere recuperar su carácter distintivo, la santidad debe ser un requisito para cada miembro en lo individual. Hebreos 12:14Hebreos 12:14
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14 Seguid la paz con todosl y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.m
dice: “Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. A menos que recuperemos este énfasis en la santidad, ¿cómo mirará el mundo hacia nosotros, y cómo podrá ver al Jesús que profesamos? Los esfuerzos evangélicos sonarán falsos si no van acompañados de pureza personal.

Escrito por Alistair Begg
Alistair Begg ha estado en el ministerio pastoral desde 1975. Se graduó del London School of Theology, y es el pastor principal de Parkside Church cerca de Cleveland, Ohio. Él y su esposa, Susan, se casaron en 1975 y tienen tres hijos adultos. Begg es miembro del Concilio de The Gospel Coalition.
 
Fuente: https://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/recuperando-la-prioridad-de-la-santidad-sersonal

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