13 pasos prácticos para matar el pecado

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Es a la vez un alivio y un dolor en el corazón saber que en todos los verdaderos creyentes existirá pecado remanente en ellos durante el transcurso de esta vida. El gran apóstol dijo: “No que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús”, (Fil. 3:12). En otro lugar dijo, “pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros”, (Rom. 7:23). Y Jesús nos enseñó a orar diariamente, “Y perdónanos nuestras deudas (ofensas, pecados)”, (Mat. 6:12).

Esto no quiere decir que debemos ser condescendientes con el pecado. Significa que hay que luchar a diario. La Biblia nos ordena constantemente a hacer morir al pecado que permanece en nuestras vidas: “…si ustedes viven conforme a la carne, habrán de morir; pero si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne (del cuerpo), vivirán …consideren los miembros de su cuerpo terrenal como muertos…”, (Rom. 8:13; Col. 3:5). Esto no es opcional. Se trata de un combate mortal: muere el pecado o moriremos nosotros. No es que en algún momento vayamos a ser perfectos, pero hacemos guerra contra el pecado mientras él nos ataca día a día. No nos conformamos al pecado. Peleamos y lo matamos.

¿Cómo matamos al pecado? Aquí hay trece pasos tácticos en esa batalla:

1. Alégrate con la verdad de que el viejo pecador ya está muerto (Rom. 6:6; Col. 3:3; Gal. 5:24).
Por la fe estamos unidos a Cristo de tal forma que su muerte fue nuestra muerte (Rom. 6:5; 2 Cor. 5:14). Esto significa tres cosas: (a) Nuestro “viejo hombre” ya ha recibido su golpe mortal; b) el “viejo hombre” no tendrá éxito en dominarte; y (c) su destrucción final está garantizada.

2. Reconoce concientemente al viejo hombre como muerto;
Es decir, cree en la verdad de la Escritura acerca de la muerte del viejo hombre en Cristo y busca vivir en esa libertad (Rom. 6:11). Vivir en la realidad de que lo eres es la prueba de lo que eres. Una clara ilustración de convertirte en lo que eres se encuentra en 1 Corintios 5:7: “Limpien la levadura vieja para que sean masa nueva, así como lo son en realidad sin levadura”. Suena extraño, pero la salvación es una cosa extraña y maravillosa: Limpia la levadura vieja del pecado, porque en realidad ya está limpia. Si tratas de darle lógica a esta realidad y dices: “Yo no tengo que luchar contra el pecado porque ya fui limpiado”, vas a demostrar solamente que no eres de aquellos que fueron limpios.

3. ¡Cultiva una enemistad contra el pecado!
No matas a los amigos (Rom. 8:13). Matas a tus enemigos. Medita en cómo el pecado mató a tu mejor amigo (Jesús), deshonra a tu Padre, y busca destruirte para siempre. Desarrolla un mayor odio hacia el pecado.

4. Rebélate contra el golpe de estado del pecado.
Niégate a ser intimidado por sus engaños y manipulaciones. “Por tanto, no reine el pecado en su cuerpo mortal para que ustedes no obedezcan a sus lujurias”, (Rom. 6:12). Las tentaciones a pecar son todas verdades y mentiras a medias. Pablo llama su fruto “deseos engañosos”, (Efe. 4:22).

5. Declara fidelidad radical al otro lado –a Dios–
Y conscientemente pon toda tu mente, corazón y cuerpo a Su disposición para justicia y pureza. “Sino preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y sus miembros a Dios como instrumentos de justicia”, (Rom. 6:13).

6. No hagas planes que puedan abrir la puerta para que el pecado entre.
“No piensen en proveer para las lujurias de la carne”, (Rom. 13:14). No pruebes tu pureza en una tienda de pornografía o tu compromiso con un estilo de vida simple en un centro comercial de marcas exclusivas.

7. Conoce el espíritu de la época y conscientemente resiste el impulso a conformarte a él
(Rom. 12:2). Como dijo D.L. Moody, “El barco navega en el agua del mundo, pero si el agua entra en él, se hunde”.

8. Desarrolla hábitos mentales que renueven continuamente tu mente en torno a Dios
(Rom. 12:2; 2 Cor. 4:16). Fija tu atención diariamente en “las cosas del Espíritu” (Rom. 8:5), “las cosas de arriba” (Col. 3:2). Deja que tu mente habite en todo lo que es verdadero, honorable, justo, puro, amable, lleno de gracia, excelente y digno de alabanza (Fil. 4:8).

9. Admite tus fracasos y confiesa tu pecado cada día (1 Jn. 1:9).
Pide perdón a Dios (Mat. 6:12).

10. Pide por la ayuda y el poder del Espíritu en todas estas cosas.
“Si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne”, (Rom. 8:13). Todo lo que es bueno en nosotros es un “fruto del Espíritu”, (Gal. 5:22). Él hace que caminemos como deberíamos (Eze. 36:27; Isa. 26:12).

11. Sé parte de una comunidad grande y de una pequeña donde seas exhortado constantemente a tener cuidado del engaño del pecado (Heb. 3:13).
La perseverancia en la fe es un proyecto comunitario. No tenemos ninguna garantía de que vamos a llegar al cielo si descuidamos los medios de estímulo y alerta mutuos dados para nuestro favor.

12. Lucha contra tus impulsos pecaminosos con todas tus fuerzas
como un boxeador combate a un oponente, y como un corredor de maratón combate la fatiga, (1 Cor. 9:27; 2 Tim. 4:8).

13. Ten cuidado con las “obras de la ley” (Gal 3:2, 5)
Más bien que toda tu guerra sea una “obra de la fe” (2 Tes. 1:11). Es decir, deja que tu lucha contra el pecado surja de tu confianza en los placeres superiores de todo lo que Dios promete para ti en Cristo.

Escrito por John Piper
John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.
 
Fuente: http://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/trece-pasos-practicos-para-matar-el-pecado

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