Ama a quien está a tu lado

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Después de que C.S. Lewis perdiese a su esposa Helen, a causa del cáncer, se percató de que no tenía ni una sola fotografía buena de ella. Quizá esto es difícil de entender en nuestra cultura de fotos de perfil desde cada ángulo, pero él no estaba molesto por ello. De hecho, él vio la singular ventaja de no tener una imagen de calidad de su esposa. Escribió:

Quiero a H, no a algo que se le parezca. Una muy buena fotografía podría convertirse al final en una trampa, un horror, y un obstáculo.

¿Cómo podría convertirse en una trampa una foto de la mujer que amaba? Porque en la ausencia de la persona real, observó que su tendencia era a llenar la imagen con su propia fantasía. De hecho, este fue uno de los temas destacados de Lewis en “Una pena en observación”. Estaba aterrado ante la posibilidad de moldear a Helen como un fantasma de su propia invención. Su inclinación a añorar ciertos aspectos de la personalidad de Helen más que otros era particularmente alarmante. Por supuesto, él nunca iba a introducir algo ficticio acerca de ella de forma intencional, pero reflexionaba: “¿No se convertiría la composición en algo que, inevitablemente, era cada vez más de mi propia cosecha?” Lo que más preocupaba a Lewis era que Helen se convirtiese en una simple extensión de él mismo, de sus propios castillos en el aire de soltero.

La resistencia conyugal

Lewis ilumina un regalo del matrimonio que es pasado por alto: La resistencia marital. No estoy hablando de la tensión con la cara enrojecida o del desafío caustico. Me refiero al simple hecho de que tu cónyuge es una persona real cuya misma existencia no se conformará a la imagen que tienes de él o ella. La resistencia conyugal nos ancla a la realidad, una realidad en la que Dios nos llama a amar a nuestro cónyuge real, y no al que preferimos. Lewis observó:

Toda realidad es iconoclasta. La amada terrenal, incluso en esta vida, triunfa incesantemente sobre tu simple idea de ella. Y quieres que lo haga; la quieres con todas sus resistencias, todas sus faltas, todas sus cosas inesperadas. Es decir, en su franca e independiente realidad. Esto, y no ninguna imagen o recuerdo, es lo que tenemos que seguir amando después de que ella fallece.

Y, diría yo, cuando está viva también. Por extraño que parezca, podemos estar agradecidos por los miles de pequeños desacuerdos que sazonan la relación marital, las incontables diferencias de perspectiva que lo hacen vivir. Estas indican que estás interactuando con un ser independiente, alguien con quien has sido confiado para amar sacrificialmente.

La original y mejor

La esencia misma del amor sacrificial es acomodarse a otro, más que esperar que el otro se acomode a ti. Tomando la visión de Lewis entonces, deberíamos sospechar de nuestra tendencia a admirar solo aquellas características que aprobamos en nuestro cónyuge, y revisar aquellas que no aprobamos. Cuando recordamos a un cónyuge fallecido, ya es suficientemente malo; no la estás amando a ella, sino a un recuerdo editado de ella. Cuando sirves a un cónyuge vivo, es peor; no la buscas a ella, sino a lo que esperabas que ella sería. Es mucho mejor amar la original, no tu edición revisada. Después de todo, tú también eres un original.

Amar al original requiere un ajuste que dura toda la vida, y esta deferencia es una prueba clave del amor marital al que los cristianos están llamados (Efe. 5:21-33). No te desanimes cuando no ves con los mismos ojos que tu cónyuge. Donde no hay desacuerdo, ni molestia, ni resistencia, no hay oportunidad para el sacrificio. Si amamos solamente lo que nos es agradable de nuestro cónyuge, estamos amando solo nuestras preferencias. No necesitamos el evangelio para hacer eso.

Lo necesitamos para liberarnos de nuestra constante tendencia a ajustarnos a nuestro gusto los unos a los otros. Jesús vino a servir a un Pedro impulsivo, a una Marta distraída y a un dubitativo Tomás. Y vino a servir a una persona boba como cada uno de nosotros. Y sí, el amor redentor de Cristo nos cambia por grados, pero este cambio es en conformidad con la justicia, no en conformidad con las preferencias personales.

Así que, si tu esposa se ríe demasiado fácil para tu gusto, ámala por ello. Si ella es más pesimista de lo que preferirías, ministra a sus temores. Si tu marido es más silencioso en los encuentros sociales de lo que te gustaría, agradece por ello. Si tiene más dificultad haciendo planes de lo que crees que es razonable, únete a él alegremente. En todas las pequeñas resistencias maritales, celebra el privilegio de amar a una persona, no una imagen.

Como dijo Lewis, la realidad es iconoclasta. Y gracias a Dios, esto es especialmente cierto en el matrimonio.

Escrito por Jeremy Pierre
Jeremy Pierre es el decano de Estudiantes y profesor asociado de la consejería bíblica en The Southern Baptist Theological Seminary y sirve como anciano en la Iglesia Bautista Clifton. Es co-autor de “The Pastor and Counseling” (“El Pastor y la Consejería”, Crossway, 2015) y autor del próximo “The Dynamic Heart in Daily Life: Counseling from a Theology of Human Experience” (“El Corazón Dinámico en la Vida Diaria: Aconsejando desde una Teología de la Experiencia Humana”, New Growth, 2016). Él y su esposa, Sarah, tienen cinco hijos y vive en Louisville, Kentucky.
 
Fuente: https://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/ama-a-quien-esta-a-tu-lado

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