Deja a un lado el peso de la baja autoestima

Deja-a-un-lado-el-peso-de-la-baja-autoestima-Por-Jon-Bloom

Si encontramos que estamos luchando con una autoestima baja, tenemos que mirar cuidadosamente, porque puede que no sea baja en absoluto. De hecho, puede ser más bien una autoestima inflada frustrada.

Pablo escribió esto en Romanos 12:3:

Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de ustedes que no piense de sí mismo más de lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno.

Lo que nuestro mundo llama a menudo baja autoestima, creo que Pablo diría que es solo otra manera de tener un alto concepto de nosotros mismos.

Formas santas y no santas de pensar muy bien de uno mismo

Hay una manera santa y humilde de pensar muy bien de uno mismo. Si eres un cristiano, eres un santo que es parte de un “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquél que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable” (1 Pedro 2:9). Uno es una nueva creación en Cristo y ya no esa vieja persona condenada (2 Corintios 5:17). Dios quiere que esto sea parte de tu autoestima.

Pero hay una manera impía, orgullosa, de pensar muy bien de ti mismo: siendo egoístamente ambicioso y considerándote a ti mismo más importante que los demás (Filipenses 2:3). Esto no debería ser parte de su imagen de sí mismo como un cristiano, y si lo es, por lo general termina en “pleitos, celos, enojos, rivalidades, difamaciones, chismes, arrogancia, desórdenes” (2 Corintios 12:20). Este es probablemente el pensamiento elevado que Pablo tenía en mente en Romanos 12:3.

Formas santas y no santas de tener un bajo concepto de uno mismo

Del mismo modo, hay maneras santas y no santas de tener un bajo concepto de uno mismo.

Y ves a ti mismo como el que ha sido el primero de los pecadores (1 Timoteo 1:15), siendo lo que eres ahora solo por la gracia de Dios (1 Corintios 15:10), buscas el último lugar en el banquete (Lucas 14:10) porque consideras a otros como más importantes que a ti mismo (Filipenses 2:3), y el clamor de tu corazón es “necesario que [Jesús] crezca, y que yo disminuya” (Juan 3:30). Esta es humildad santa.

Pero si sufres de una sensación de fracaso crónica, bajo rendimiento, y vergüenza porque comparado a otros, simplemente, no eres lo suficientemente inteligente, atractivo, competente, dotado, organizado, educado, exitoso, rico, prominente; esa es, casi siempre, una humildad no santa.

Y este tipo de baja autoestima también tiende a resultar en “pleitos, celos, enojos, rivalidades, difamaciones, chismes, arrogancia, desórdenes” (2 Corintios 12:20). Porque, en verdad, estamos pensando muy alto de nosotros mismos, y estamos tristes, avergonzados y frustrados que no podemos cosechar la admiración de los demás que deseamos. Y estamos deseosos de derribar a los que vemos por encima de nosotros.

Luchando con la humildad no santa

Todos nosotros luchamos contra esto a veces. Es una tentación común al hombre (1 Corintios 10:13). Y Pablo nos ayuda a pelear contra esta forma inversa de tener un alto concepto de nosotros mismos en Romanos 12.

Él nos recuerda que “así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros” (Romanos 12:4-5). Estamos destinados a ser diferentes porque tenemos diferentes funciones. Esto socava la envidia y alienta nuestro sentido de mayordomía.

Y Pablo nos dice que estas diferentes funciones vienen a nosotros como dones de la gracia de Dios: “Pero teniendo diferentes dones, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos” (Romanos 12:6). Lo que tenemos, lo hemos recibido de Dios, y él quiere que estemos contentos con lo que tenemos (Hebreos 13:5). Y vamos a usar lo que hemos recibido, ” según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno” (Romanos 12:3). Los dones vienen de Dios, y la fe para usarlos proviene de Dios. De hecho, “ningún hombre puede recibir nada si no le es dado del cielo” (Juan 3:27). Esto socava la codicia y alienta nuestra fe en Dios.

La humildad no santa viene de compararnos con otros en el espíritu de los discípulos que compitieron sobre “cuál de ellos debía ser considerado como el mayor” (Lucas 22:24). Sin duda, algunos claramente se sentían superiores, mientras que otros sentían envidia por sus dones inferiores, oportunidades, o atención.

Pero podemos mortificar esta humildad no santa eligiendo creer que a todos nosotros Dios nos ha asignado funciones sagradas en el cuerpo de Cristo, y humillándonos bajo la poderosa mano de Dios, confiando que él nos exaltará en el momento y manera adecuada (1 Pedro 5:6). Si realmente buscamos considerar a los demás más importantes que nosotros mismos (Filipenses 2:3), y no confiar en nuestro impulso de ser el primero, y recordar que el más pequeño entre nosotros a menudo es el único que Dios considera grande (Lucas 9:48), entonces pensaremos con el piadoso “buen juicio” (Romanos 12:3).

La baja autoestima —humildad no santa— que es en realidad tener un concepto demasiado alto de nosotros mismos, es peso que hay que dejar a un lado a fin de correr nuestra carrera de la fe (Hebreos 12:1). Miremos a Jesús (Hebreos 12:2) que nos mostró cómo hacer esto al venir a nosotros como un servidor (Lucas 22:27) y humillándose a lo sumo por nosotros (Filipenses 2:8).

Escrito por Jon Bloom
Jon Bloom sirve como autor, miembro de la junta, y cofundador de Desiring God. Vive en Minnesota con su esposa, Pam, sus cinco hijos, y su perro.
 
Fuente: http://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/si-tan-solo-supiera-por-que

Comentarios

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *