El pastor sin corbata

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Hace unas semanas se publicó aquí en Coalición la traducción de un artículo titulado “¿Por qué usas trajes negros todo el tiempo?”. Allí, el autor presenta su posición con respecto a la vestimenta conservadora; HB Charles Junior describe cómo su padre le impactó en la forma en que un pastor o predicador debía vestirse durante su labor ministerial. Al justificar su posición de usar siempre traje negro, camisa blanca, y corbata negra, él dice: “Quiero levantarme a predicar como un heraldo del Rey, no como un alcahuete, payaso o artista”. Su enfoque es que él no quiere quitar la atención de la Palabra con su ropa, lo que lo llevó a un estilo de vestir conservador en forma y colores.

El anhelar no distraer de la Palabra es algo encomiable, y necesario recordar. A la vez, sin intención de hacer polémica, quisiera presentar otro punto de vista al respecto.

He sido pastor y plantador de iglesias por 10 años entre los pueblos rurales y costeros de Costa Rica. Admito que no tengo un traje completo ni una corbata en mi closet. También debo reconocer que no tengo zapatos formales. Y para ser totalmente transparente con ustedes, no tengo ni una camisa de manga larga. Pero también debo admitir que sería sumamente extraño que alguien apareciera con traje negro, camisa blanca, y corbata negra en alguno de los servicios de alguna de nuestras iglesias en la región. Si lo hiciera, llamaría bastante la atención. Sencillamente, la gente no se viste así en la zona donde yo sirvo al Señor.

Pero igual me pregunto: ¿Será que estoy mal al no vestirme más “formalmente”? ¿Será que soy un pastor de segunda categoría por no haber pensado en una vestimenta más conservadora?

Lo que realmente importa

Al momento estoy estudiando en un Seminario en los Estados Unidos, donde las cosas se ven diferente. Pero antes de venir al Seminario Bautista del Sur, algunas veces me hice esas preguntas. Al mirar a los pastores que salen en la televisión con saco y corbata, llegaba a pensar que no estaba a su altura. Pero, como también lo dice el autor del artículo que les mencioné al principio, ¿será que juzgamos a un siervo de Dios por su apariencia? ¿Será que tenemos los principios trastocados y le damos importancia a lo que poco importa?

Vivimos en una sociedad narcisista, amante del cuerpo y de la vanidad física. Y es evidente que esa cultura nos afecta a todos nosotros, por lo que tendemos a valorar a nuestros hermanos por esa regla, determinando así su “estatus” espiritual. Me preocupa que si el predicador no hace su trabajo con saco y corbata, algunos cristianos lleguen a pensar que no es digno de ser escuchado. Me causaría mucha indignación si que llegáramos a demandar del siervo de Dios que use corbata para estar a la “altura” de su ministerio o llamado. De igual manera, hay una tentación (principalmente entre los jóvenes) en desechar la sabiduría de hombres piadosos debido a que su vestimenta es más formal y sobria de la que están acostumbrados.

Si hiciéramos un análisis acerca de cómo vestían los hombres y mujeres de Dios en la Biblia, ¿con qué nos encontraríamos? Es cierto que algunos vestían muy formalmente y de gala, como los reyes y quizá los patriarcas. Pero también estaban muy formalmente vestidos los miembros de la realeza pagana y los miembros del Sanedrín —los escribas y fariseos—, que tenían su corazón muy lejos de Dios. Por otro lado, sin estar “a la altura” ni de “traje y corbata” tenemos a Elías y Juan el bautista, que estaban cubiertos de piel de camello, o a los apóstoles, muchos de ellos pescadores, pobres, y provincianos. Muchos de los héroes de la fe en Hebreos, “fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados” (Heb. 11:37Heb. 11:37
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¿Qué podemos decir de la reacción de los chinos a finales del siglo XIX, cuando el joven Hudson Taylor se quitó de encima su atuendo “formal” (por lo menos, lo que los ingleses llamaban formal) y decidió dejarse crecer el cabello y adoptar la vestimenta china? ¿Qué es lo que consiguió? Los nativos se sintieron honrados y lo reconocieron como uno de ellos.

¿No fue eso lo que hizo Jesucristo? Él se vistió como uno más de los palestinos de su tiempo, compartió las mismas comidas y los mismos dilemas que sus contemporáneos, y se identificó con todos nosotros hasta la muerte.

Mirando el corazón

No quisiera que piensen que estoy en contra de la formalidad del traje y la corbata. Tampoco la favorezco. Lo que sí me preocupa es que queramos imitar al mundo y sus prioridades. ¿Estamos permitiendo que las presiones de la cultura contemporánea y no la Palabra determinen nuestra vida y nuestras costumbres?

No debemos olvidar que Dios mira el corazón y no las apariencias. Por eso nosotros debemos aprender a mirar también el corazón. Recordemos que Dios puso su tesoro (el evangelio) en vasos de barro. ¡No importa la vasija, sino el contenido! El poder está en el evangelio, que “es el poder de Dios para salvación” (Ro. 1:16Ro. 1:16
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El mundo demanda que los abogados, doctores, y profesionales se vistan con un atuendo determinado. Pero, ¿qué de los siervos de Dios? Su atuendo, así como le dijo Pedro a las mujeres, debe ser un corazón apacible, entrañable y lleno de misericordia (1 Pe. 3:3-41 Pe. 3:3-4
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). Si echamos un vistazo a 1 Timoteo 3 y Tito 1 veremos que el Espíritu Santo no menciona nada con respecto a la clase de vestimenta del siervo de Dios porque lo que a Dios le interesa más es un carácter conforme a su corazón. Es sorprendente que Pablo no le haya dicho a Timoteo absolutamente nada acerca de la apariencia como algo en qué basar su credibilidad delante de los demás. Por el contrario, le dice que lo que realmente es importante es que sea “… ejemplo de los creyentes, en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Ti. 4:111 Ti. 4:11
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El objetivo de esta reflexión no es, de ninguna manera, abrir la puerta a ningún tipo de libertinaje que le falte el respeto a la dignidad del ministerio cristiano. De hecho, sé que siervos de Dios a quienes respeto y admiro promueven la vestidura formal a la hora de predicar como una manera de honrar la predicación de la Palabra: como una marca de que “lo que se viene es serio”. En estos casos, su deseo es no ser un estorbo a la predicación, si no más bien servir con su vestimenta de recordatorio del peso del predicar la Palabra. Si con libertad de conciencia percibes que debes ponerte traje y corbata, honra al Señor de esa manera y sirve con dignidad en el ministerio al que el Señor te ha llamado. Pero recuerda también que estás sirviendo a un pueblo al que debes representar y honrar en todo sentido. Por eso también te digo que te sientas en libertad de quitarte la corbata y guardarla en tu clóset. Hay momentos donde esto puede ser lo más provechoso.

Escrito por Juan D. Rojas
Juan D. Rojas es el pastor de la Iglesia Casa Vida en Tamarindo, Costa Rica. También es el fundador del movimiento Plantación Casa Vida, y estudiante de Maestría en el Southern Baptist Theological Seminary.
 
Fuente: https://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/el-pastor-sin-corbata

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