El Poder de la Pertenencia

Recordemos la poderosa afirmación en Lucas 9:1: «Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder …». Estas palabras encapsulan un principio crucial: el poder nace de la pertenencia. Jesús no distribuyó poder de manera indiscriminada, sino a aquellos que eran suyos, que lo seguían de cerca y anhelaban pertenecer a su reino.

¿Te sientes sin poder? El versículo anterior, aunque breve, está cargado de palabras de poder. Veámoslos.

La expresión «Habiendo reunido» nos enseña que el poder no está destinado a ser contenido en vasos individuales. Más bien, se manifiesta plenamente cuando nos unimos como comunidad, trabajando juntos para los propósitos del reino. La pertenencia a la familia de Cristo es esencial para desbloquear el poder genuino que transforma vidas.

Observemos el término «discípulos». No somos meros seguidores, somos aquellos que abandonan todo para seguir la vida, la enseñanza y la dirección de nuestro Maestro. La auténtica pertenencia implica compromiso y entrega total a la guía de Jesús.

La palabra «les dio» subraya que nuestro poder no proviene de nuestras habilidades o esfuerzos, sino de la gracia generosa de Jesús. Necesitamos reconocer nuestra incapacidad para avanzar espiritualmente sin el poder que Él nos concede.

Con respecto al “Poder”, no es lo que deseamos, por lo que trabajamos o por lo que nos esforzamos. Ello viene única y exclusivamente a través de Dios. Nunca podremos cambiar o mejorar esta parte de nuestra historia como cristianos.
A cada seguidor de Jesús se le ordena esperar hasta que se nos dé ese poder desde lo alto.

Esperando en Él
Al igual que si la batería de tu auto está agotada y estás varado solo al costado de la carretera. Te quedas ahí, mirando la batería, deseando que cobre vida. «¡Vamos!» clamas. «¡Esto no puede estar pasando!» Golpeas la batería, mueves las conexiones, giras la llave una docena de veces. Nada. La batería está agotada y sólo la energía externa le brindará la energía que necesita para arrancar tu automóvil. Estos somos tú y yo sin el poder de Dios. Dependemos completamente de él para nuestra vida espiritual.

¿Te falta poder? No hay otra forma de obtenerlo yendo a la fuente de a quien le perteneces y para ello la analogía nos recuerda que, al depender completamente de Dios, debemos aprender a esperar en Él para recibir el poder desde lo alto. No es un logro propio, sino un regalo divino.
Jesús tiene poder para dar a aquellos que son total y plenamente suyos.

La clave para obtener verdadero poder no está en luchar por ello, sino en desear pertenecer plenamente a aquel a quien nuestro corazón anhela: Jesús. Al rendirnos apasionadamente a Él, experimentaremos un poder más allá de lo que podamos imaginar.

 
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