¿Puede un cristiano ser homosexual?

En la actualidad, la iglesia a menudo se enfrenta a la falta de una respuesta firme y clara al defender nuestra fe. Nos preocupa nuestra capacidad limitada para presentar argumentos bíblicos sólidos que respalden nuestras posturas. Entre las voces que abogan por el matrimonio gay, surge un tema que requiere especial atención y una explicación detallada: el argumento de aquellos que se identifican como cristianos (de hace años) mientras comienzan practicar (y mantienen) un estilo de vida homosexual.

Al enfrentarnos al argumento de cristianos homosexuales, debemos ser respetuosos pero firmes al recordar la importancia de interpretar la Biblia en su contexto completo y no aislar versículos para respaldar preferencias personales. Es esencial señalar que la Biblia condena la práctica homosexual en varios pasajes, como Levítico 18:22, Romanos 1:26-27 y 1 Corintios 6:9-10.

No obstante, también debemos abordar este tema con compasión y amor. La iglesia debe ser un lugar donde aquellos que luchan con la atracción hacia el mismo sexo encuentren apoyo, orientación y un mensaje de esperanza. Es esencial recordar que todos somos pecadores necesitados de la gracia redentora de Jesucristo.

Para abordar este tema, es fundamental establecer que la Real Academia de España (RAE) define la homosexualidad de dos maneras: (1) Inclinación hacia la relación erótica con individuos del mismo sexo y (2) Práctica de dicha relación.

Repsando el Antiguo Testamento

Es crucial reconocer que la práctica de la homosexualidad ha existido desde tiempos antiguos, como se evidencia en el relato de Sodoma y Gomorra (Génesis 19). Desde el principio, esta práctica fue prohibida, y el pueblo de Israel fue advertido sobre el castigo asociado (Levítico 18:22-23). La homosexualidad fue considerada un pecado, condenada por Dios y sujeta a la reprobación divina (Levítico 20:13 y 1 Reyes 14:23-24). Incluso se extendió a la advertencia de no vestir ropa del sexo opuesto: «No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace» (Deuteronomio 22:5).

¿y en el Nuevo Testamento?

El Nuevo Testamento es claro al señalar el carácter pecaminoso del homosexualismo y condenarlo como cualquier otro pecado. Textos como 1 Timoteo 1:9-10, 1 Corintios 6:9-10, 2 Pedro 2:6-8 y Judas 1:7 destacan la incompatibilidad de esta práctica con los principios divinos y la consecuente advertencia sobre el juicio divino.

El apóstol Pablo, en 1 Corintios 6:9-10, incluye a los «afeminados» y a los que se relacionan con personas del mismo sexo en la lista de aquellos que no heredarán el reino de Dios. Además, se hace referencia al castigo de Sodoma y Gomorra como ejemplo de la gravedad de la conducta contraria a la naturaleza.

A pesar de la contundencia de estas condenas, la enseñanza cristiana también destaca que la sangre de Cristo es suficiente para la remisión de todos los pecados, incluida la homosexualidad. El arrepentimiento genuino y el abandono de los malos caminos permiten la reconciliación con Dios, y la misericordia divina está disponible para todos, incluyendo a quienes practican la homosexualidad.

Sin embargo, surge la pregunta crucial: ¿Qué significa verdaderamente arrepentirse? El arrepentimiento implica un cambio de actitud y conducta, y no puede coexistir con la persistencia en la práctica del pecado. ¿Puede alguien afirmar haberse arrepentido y convertido a la fe mientras sigue abiertamente en el pecado de la homosexualidad? ¿Puede una persona homosexual considerarse verdaderamente creyente?

¿Qué significa arrepentirnos?

Para abordar la cuestión sobre si una persona puede ser considerada un creyente genuino mientras practica el homosexualismo, es esencial entender el significado del arrepentimiento bíblico. En el contexto del Nuevo Testamento, dos términos, «Metanoia» (cambio de parecer) y «Epistrofe» (volver o regresar), describen esta experiencia integral.

El arrepentimiento implica un cambio de mente y un retorno a Dios. Se asemeja a la idea de conversión en el Antiguo Testamento, que implica volver y convertirse a Dios (Isaías 55:6-7, Jeremías 25:5, Ezequiel 33:11). El apóstol Pedro, en su discurso en Hechos 3:19, llamó a las personas a «arrepentirse y convertirse».

Además, el apóstol Pablo destaca la conexión entre el arrepentimiento y el lamento y la tristeza. En 2 Corintios 7:10, describe cómo la tristeza según Dios produce arrepentimiento para la salvación. Esta emoción surge de la conciencia del pecado y del pesar por fallarle a Dios, como expresó David en Salmos 51:4.

Es crucial reconocer los elementos que constituyen un arrepentimiento genuino: el intelectual, emocional y voluntario. Involucra el reconocimiento intelectual del pecado, la tristeza emocional por fallarle a Dios y la voluntad de abandonar los malos caminos. Un arrepentimiento verdadero se define como un lamento genuino por el pecado, la renuncia al pecado y un propósito sincero de abandonarlo para vivir en obediencia a Dios.

El apóstol Juan subraya que aquellos nacidos de Dios no practican el pecado como un estilo de vida (1 Juan 5:18). La regeneración, como obra de Dios, garantiza una transformación evidente, proporcionando al pecador un nuevo corazón y el arrepentimiento. Quien ha nacido de Dios no practica el pecado como parte de su naturaleza divina que lo lleva a aborrecer el pecado y amar la justicia (Ezequiel 36:26).

En este contexto, un creyente genuino no persistiría conscientemente en la práctica del homosexualismo, ya que el arrepentimiento implica un cambio total de vida y un retorno a la obediencia a Dios.

Entonces ¿Puede un creyente ser homosexual?

De ninguna manera.

La Biblia, de manera clara y enfática, describe el carácter pecaminoso del homosexualismo, prohibiéndolo y condenándolo. Por ende, debemos afirmar, en concordancia con las Escrituras, que aquel que practica el pecado, incluyendo el homosexualismo, no puede considerarse un creyente genuino. Esta afirmación se sostiene en la premisa de que tal individuo no ha experimentado un nuevo nacimiento, no se ha arrepentido ni ha abandonado sus malos caminos, y nunca ha depositado su fe en Cristo para obtener perdón por sus pecados.

Para terminar ¿Hay esperanza para el homosexual?

Sí, absolutamente.

Las personas que practican el homosexualismo reciben el mismo llamado al arrepentimiento que se dirige a todo tipo de pecadores, ya sean adulteros, ladrones, mentirosos, homicidas, fornicarios, entre otros. Esto implica que también pueden experimentar la misericordia divina, obtener perdón por sus pecados, ser justificados, aceptados, adoptados y transformados en hijos de Dios, disfrutando así de una comunión cercana con Él. Así lo expresó el apóstol Pablo a los corintios, condenando el homosexualismo junto con otros pecados:

“Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11).

Este mensaje representa la promesa del evangelio, una fuente de esperanza para todos los pecadores. Es una gracia ofrecida a la humanidad a través de Cristo Jesús, una obra que Dios realiza para salvar a las personas de sus pecados. Este es el único mensaje que tiene el poder de salvar y transformar al pecador, un mensaje que sigue vigente y que continúa llamando a las personas a reconciliarse con su Creador

 
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