Tomemos el pecado en serio

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El pecado casi ha desaparecido del vocabulario de la gente. A fin de cuentas, se trata de un concepto religioso que relaciona lo que está mal con Dios. Entonces, si no creo en Dios, si no me va la religión y si lo que antes se consideraba bueno o malo ahora ha salido del filtro de la relativización un tono gris de difícil definición, seguir hablando del pecado parece hasta ridículo.

Claro, los cristianos siguen hablando del pecado, ¿verdad? Bueno, tal vez sigan hablando de él, pero ya no lo toman tan en serio como antes. La verdad es que el pecado ya no parece tan grave, ni su paga tan mortal, ni la salvación de él tan maravillosa, ni la vida sin él tan apetecible.

Pero, en el rompecabezas de la teología cristiana, la pieza que corresponde a la doctrina del pecado es tan esencial, tan clave, que sin ella, conseguir terminar el rompecabezas resulta imposible. O, para cambiar de metáfora, si no tomamos en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado, todo el edificio de la verdad se viene abajo.

Si no tomamos en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado, tendremos una idea de Dios distorsionada.

Es así por dos razones: (1) No entenderemos algunos de los atributos de Dios, como su santidad, su justicia y su ira; y: (2) No valoraremos otros de los atributos de Dios, como su amor, su gracia y su misericordia. La gravedad del pecado es el fondo oscuro que resalta la deslumbrante brillantez de los atributos de Dios.

Si no tomamos en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado, subestimaremos lo perdidas que están las personas sin Cristo.

¿Cómo de perdidas están las personas que aún siguen en sus pecados? Pues, según la Biblia, fueron constituidas pecadoras por la desobediencia de Adán; fueron concebidas en pecado; todo lo que son y hacen está afectado por el pecado; están espiritualmente ciegas, sordas y muertas; y están caminando, incluso corriendo, hacia la condenación eterna en el infierno. ¡Están así de perdidas!

Si no tomamos en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado, creeremos que las personas pueden salvarse sin ayuda.

Aunque creamos –en teoría– que la gente está espiritualmente muerta, en la práctica no siempre actuamos como si fuera así. Les tratamos como si fuesen capaces de alcanzar la salvación mediante su propia comprensión del evangelio, su propio deseo de ser salvados y su propia decisión de creer. Además, oramos poco al único que, según decimos que creemos, les puede resucitar de la muerte espiritual.

Si no tomamos en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado, infravaloraremos la obra del Señor Jesucristo.

Si el corazón del evangelio es la muerte del Señor Jesucristo en la Cruz “por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 P. 3:18a), quitarle importancia al pecado es hacer lo mismo con la obra de Cristo. Nuestra percepción del valor del sacrificio del Señor estará en proporción directa a nuestra percepción de la gravedad de nuestro pecado.

Si no tomamos en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado, predicaremos un evangelio light.

Me refiero a esa forma de evangelizar que le resta importancia a la gravedad del pecado, que no menciona el infierno, que reduce la Cruz a un ejemplo de amor pero sin explicar su verdadero significado, y que no llama al pecador a arrepentirse. Es una distorsión del verdadero evangelio porque no toma en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado.

Si no tomamos en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado, no tomaremos en serio nuestra santificación.

Si Satanás no nos puede retener en su reino, intentará empujarnos hacia o el legalismo o el libertinaje. Ambos errores vienen de no tomar en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado: el legalismo intenta vencer al pecado cumpliendo una serie de leyes; y el libertinaje abarata la gracia, usándola como una excusa para pecar. La santificación requiere una sobria evaluación del pecado que aún queda en nosotros.

Si no tomamos en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado, no practicaremos la disciplina en la iglesia.

¿Por qué hay tantas iglesias que apenas sí practican la disciplina eclesial? Pues, porque no toman en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado: por ejemplo, que “un poco de levadura leuda toda la masa” (1 Co. 5:6); o, por ejemplo, que privar a alguien de la disciplina que necesita no es amor, sino todo lo contrario, y permite que el pecado crezca y se extienda.

Si no tomamos en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado, nos equivocaremos como padres.

Los que somos padres sabemos que nuestros hijos son pecadores, ¿verdad? Lo sabemos por la Biblia, y ¡lo sabemos por experiencia! Pero, aun sabiéndolo, lo olvidamos, y ¡tratamos a nuestros niños como si fuesen angelitos y no pecadores! Si tomamos en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado, daremos a nuestros hijos la enseñanza, las advertencias, la corrección y el evangelio que tanto necesitan.

Si no tomamos en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado, confiaremos en ideologías humanas.

¿Por qué no funciona ni el comunismo ni el capitalismo? Ambos están basados en una antropología demasiado optimista: no toman en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado. Pensemos en los ejemplos más extremos: el fascismo de Hitler y el marxismo-leninismo de Stalin. Y la corrupción que tanto abunda hoy no es de un solo color ideológico. El ser humano es pecador, egoísta. Y lo que el mundo necesita más que cualquier ideología es ¡el evangelio transformador de Cristo!

Si no tomamos en serio lo que enseña la Biblia sobre el pecado, no anhelaremos estar con el Señor.

¿Qué será lo mejor de la otra vida? Pues, la presencia del Señor. Y ¿aparte de eso? ¡La ausencia del pecado! ¡Ya no seremos pecadores! ¡No podremos pecar! ¡No querremos pecar! Pero no siempre nos hace ilusión la idea de ser totalmente libres del pecado. ¿Por qué? Pues, porque no tomamos en serio lo malo que es el pecado, ni tomamos en serio lo glorioso que será ser librados de él.

Conclusión

Por muy “negativo” que pueda parecer lo que enseña la Biblia sobre el pecado, lo necesitamos como necesitamos todas las demás enseñanzas de la Biblia. Pero veo tres peligros: (1) El peligro de dejarnos influenciar por el mundo y por su actitud en cuanto al pecado; (2) El peligro de volvernos blandos sobre este tema, tal vez motivados por un deseo (muy loable) de facilitar que la gente nos escuche; y: (3) El peligro de ser esquizofrénicos teológicos, asintiendo con la cabeza a la doctrina bíblica del pecado, pero en la práctica haciendo como si creyésemos otra cosa.

Escrito por Andres Birch
Andrés Birch es un misionero británico afincado en España desde 1983. Actualmente es pastor de la Iglesia Bautista Reformada de Palma de Mallorca, España. Puedes seguir a Andrés en Twitter.
 
Fuente: http://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/tomemos-el-pecado-en-serio

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