Enamorarse

Enamorarse -  Will Graham

Enamorarse es uno de los más preciosos dones que Dios ha concedido a la humanidad. No hay nada anti-espiritual o intrínsecamente pecaminoso en ello siempre que se subordine al mayor propósito de glorificar a Dios. Al fin y al cabo, las emociones (en sí mismas) no son malas.

En el principio, Dios creó a Eva para Adán. Él instituyó el matrimonio. El Señor tomó una costilla del costado de Adán para hacer a la mujer. Dios lo hizo mientras el hombre dormía, y desde entonces, enamorarse siempre produce unos sentimientos de ensueño y de estar en otro mundo. En el relato del Génesis, hay algunas cosas útiles que he anotado y que te ayudarán a conocer la norma bíblica para enamorarse y encontrar a tu pareja. Tal vez hemos pasado por alto algunas de estas verdades vitales.

1-. «Dios creó al hombre» (Génesis 1:27).

«Dios creó al hombre». Parece un poco extraño citar este versículo cuando estamos hablando de enamorarse, pero no podemos dejar pasar por alto el valor y la profundidad de esta afirmación. Dios creó un «hombre». Antes de que Dios le diera a Adán a Eva, Adán era un «hombre», no un “niño”. Prediqué en una convención en Madrid en abril de 2010 junto a un siervo de Dios que acababa de llegar de enseñar en Italia. Me informó que dos de cada tres matrimonios allí terminan en naufragio. ¿Por qué tantas rupturas? Porque los hombres no se casan con mujeres, sino niños se casan con niñas. Cuando surgen problemas, los llamados hombres ¡se van, se marchan! Se derrumban tan rápido como un castillo de naipes. Ellos nunca crecieron, tienen actitudes infantiles y no pueden soportar la presión cuando el fuego está a toda máquina. No tienen principios ni convicciones. Intentan solucionar todos sus problemas con sus puños. Un hombre que tiene que usar la violencia para ganarse el respeto de su mujer es peor que un animal. Él no es un hombre, es una bestia cobarde. Dios hizo un «hombre» en el Edén, que era maduro y confiaba en Dios. Enamorarse de la manera bíblica es una cosa de personas adultas y espirituales, no de novicios. Asegúrate de que tu pareja es un (una) persona adulta y madura y no un bebé llorón.

2-. «Dios puso al hombre en el jardín» (Génesis 2:8).

¿Por qué Dios puso al hombre en el jardín? La Biblia nos contesta en Génesis 2:15, «para que lo labrara y lo guardase». En otras palabras, Adán participó en la obra del Señor antes de conocer a Eva. No estaba por ahí fuera en discotecas cristianas al estilo pagano y bares de solteros en busca de una pareja. Él sirvió fielmente a Dios donde el Señor lo había puesto, y entonces el Señor se encargó del resto. Dice: «Y Dios trajo a Eva al hombre» (Génesis 2:22). Dios puso a la mujer en el lugar correcto en el momento adecuado. Adán no tuvo que ir a tratar de ligar con la mitad de las mujeres disponibles, bombardearlas con un sinfín de mensajes de texto, llamadas telefónicas y correos electrónicos hasta las tempranas horas de la mañana. No hay nada atractivo en una persona que se lanza a sí misma sobre otra sin dignidad. Tú te limpias los pies con el felpudo de la puerta, pero no te enamoras del felpudo. Adán tenía que ocuparse de servir a Dios. Si buscas primero el reino de Dios y su justicia, luego se te añadirán todas estas cosas (Mateo 6:33). La obediencia es la gran virtud que caracteriza la existencia antes de la caída de Adán, y la obediencia siempre cuenta con la bendición divina. Dios le dio a Adán la mujer perfecta, aquella que lo complementaría en la obra a la que Dios lo había llamado. No eran dos cabezas que van en dos direcciones diferentes, sino un solo cuerpo, una unidad, una sola carne dirigiéndose en los caminos de Dios.

Permíteme ser aun más incisivo todavía. Vosotros, jóvenes que estáis leyendo esto y que estáis llamados al ministerio: nunca os conforméis con una chica (chico) que no tiene ningún interés en asuntos espirituales, necesitas a alguien que esté a tu nivel, y que te anime y te fortalezca en las cosas de Dios. No tires toda tu vida por un plato de lentejas. Si te casas con una chica (chico) que no comparte el llamamiento que está sobre tu vida, toda tu existencia será una existencia de aflicción y frustración constante. Puedes compartir tu vida con una «buena» chica (“buen” chico), pero eso no significa que ella (él) sea lo mejor de Dios. No podrás ir cuando Dios te llame, no podrás hacer lo que Dios te dice. No te vendas a la primera chica (chico) que se te pone por delante, ora a Dios y Él te mostrará qué hacer. Muchas veces hablamos de no unirnos en yugo desigual con los incrédulos; eso es cierto. Sin embargo, la misma regla se aplica al matrimonio cristiano. No puedes casarte con alguien que será una constante fricción en los asuntos espirituales. El fuego que Dios ha puesto en tu interior puede llegar a ser apagado por casarte con la persona equivocada. Así que, ¡cuidado! Clama a Dios y Él te responderá.

3-. «Y mandó Dios al hombre diciendo: …» (Génesis 2:16).

Dios tenía una relación verbal con el hombre, Él habló con él. Había comunicación hombre-Dios. Un hombre (mujer) de Dios, incluso antes de pensar en el matrimonio, primero debe gozar de la intimidad con el Señor. Luego, como añadidura a tu relación con Dios, se sembrará sucesivamente la bendición y la paz en tu matrimonio. Los hombres (mujeres) de Dios son fieles. No son como la panda actual de rebeldes que se casan con una niña (niño) de un día y luego se acuestan con otra (otro) al día siguiente. Si no hay fruto en la vida de tu posible pareja, ¡ni pienses en salir con él (ella)! Una vez escuché el testimonio de una joven de veintitantos años de edad en los Estados Unidos. Ella vivía con su novio, y uno de sus amigos le invitó a la iglesia. Ella cayó bajo la convicción de pecado en el culto, al darse cuenta de que estaba de pecado hasta los topes, ella clamó a Dios por el perdón de sus pecados. Cuando llegó a casa, le dijo al muchacho lo que había pasado y ella le preguntó si él también quería seguir a Jesús. Él se rio de sus palabras y dijo que no. Ella respondió: «Si no quieres ir al cielo conmigo, entonces ¡estoy segura de que no quiero ir al infierno contigo!» ¡Ella hizo sus maletas y se fue! Dejó su vida de pecado atrás. Una mujer (hombre) de Dios tiene convicciones piadosas y hace lo que dice el Señor, no importa el precio que tenga que pagar.

4-. Conclusiones

Para enamorarte, tu pareja debe ser un adulto y no un niño (niña), sino que debe ser un siervo (sierva) de Dios y tener una relación íntima con el Señor. Cualquier otra cosa no alcanza el estándar bíblico. Pídele a Dios que te guíe en estos asuntos. Estos pueden ser los principios espirituales, pero algo que me gustaría añadir es que no es pecado sentirte atraído físicamente por tu pareja. ¡Dios no te ha llamado a casarte con un mono (mona)!

Además: ¡Evita una relación larga como la peste! Noviazgos que se prolongan durante años no son sabios, sólo son una tentación que invita a fornicar. Eres de carne y hueso, tienes deseos. Y esto nada tiene que ver con el número de sermones que hayas escuchado o predicado.

Y una última observación, chicos (chicas) que salen con una chica (chico) y luego con otra (otro) y luego con otra (otro), están practicando para un futuro divorcio. «Si no funciona con esta chica (chico), ¡lo intentaré con otra (otro)!». ¡Las chicas (chicos) no son golosinas para degustar y escupir! ¡Sé un hombre (mujer)! ¡Sé maduro (madura)! ¡Sé mayor de edad! Busca la dirección de Dios en todas estas cosas, y Él te mostrará el camino a seguir. De esta manera, podrás descansar en paz y disfrutar de la dicha de enamorarte como Dios lo ordenó.

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