No te quedes anclado al pasado

Hoy decidimos organizar nuestra biblioteca y, al hacerlo, mientras movíamos un libro, una fotografía se deslizó al suelo desde entre sus páginas. Al recogerla y observarla, una oleada de nostalgia y añoranza nos invadió. La imagen nos transportó a enero de 1998, cuando realizamos un viaje misionero a Tenerife, en las Islas Canarias (éramos novios en ese entonces). En la foto, estábamos sentados en una gran roca, rodeados de arena volcánica oscura, con un día nublado y una leve llovizna. Notamos que Karen sostenía una agenda y una rosa que le regalé esa tarde.

Al recordar esa agenda, afloraron muchos recuerdos. En sus páginas, anotamos sueños y objetivos que queríamos alcanzar. En aquellos primeros días de noviazgo, una meta significativa era casarnos en noviembre de ese año, ¡y así lo hicimos! Han pasado tantos momentos increíbles desde ese viaje. Aunque apreciamos mirar hacia atrás y agradecemos a Dios por lo vivido, no queremos vivir anclados en fotos amarillentas.

No malinterpretes, nos encanta recordar; nos ayuda a valorar el presente y el camino recorrido. Al ver esa foto, recordamos que Dios nos ha dado más de lo que imaginábamos. Su gracia y compañía siempre han estado presentes en cada etapa de nuestra vida. Sin embargo, reconocemos que la vida sigue su curso. Si pensamos que lo mejor quedó atrás, limitamos nuestro presente y futuro. Quedan amistades por cultivar, lugares por descubrir y nuevas etapas de vida, con hijos y, eventualmente, con nietos.

Las fotografías que estás viendo pueden ser reales o incluso mentales. Recordar el pasado está bien, pero aferrarse a él por descontento con el presente no es saludable. Es normal sentir nostalgia, pero no tristeza. Ser feliz es una elección y una actitud que abre las puertas a nuevas posibilidades. La Biblia cuenta una historia que nos enseña algo valioso: un día, Jesús estaba en la orilla del lago de Genesaret. Después de hablar, le dijo a Simón: “Lleva la barca a aguas más profundas y echa las redes para pescar”. Aunque Simón había trabajado toda la noche sin éxito, decidió obedecer. La pesca resultante fue milagrosa (Lucas 5:1-6).

Para algunos, «pescar toda la noche» puede representar días, semanas, meses o incluso años. Puede ser frustrante cuando, a pesar de múltiples intentos, las cosas no funcionan. En esos momentos, nos sentimos perdidos entre la promesa y su cumplimiento, entre el inicio y la meta propuesta. La espera desgasta y nubla nuestras esperanzas. Pero la historia de Simón nos enseña que, a pesar de los intentos fallidos, hay un momento para obedecer a la dirección de Jesús y volver a intentarlo.

No te resignes a lavar redes toda la vida o a revivir el pasado a través de fotos. No desestimes tu futuro pensando que algún momento pasado fue mejor. Deja que estos versos te hablen y te devuelvan al camino correcto: «Pero, puesto que tú me lo mandas, voy a echar las redes». Hoy, puedes decidir ser feliz de nuevo, intentarlo en Su Palabra. Aunque hayas invertido mucho tiempo sin ver resultados, ¡vuelve a intentarlo!

Cuando entres en una nueva temporada y las cosas comiencen a funcionar, disfruta de los resultados. Agradece las bendiciones y vive para Aquel que las concede. Después de la pesca abundante, los pescadores no se quedaron embelesados con la bendición; en cambio, miraron a Jesús, trajeron sus barcas a tierra y «lo dejaron todo y siguieron a Jesús». Supieron que había algo mucho más grande que experimentar que una pesca abundante y una buena paga. Y no se equivocaron.

 
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