¿Te sientes atrapado por el pecado?

¿Te sientes atrapado por el pecado y enredado en sus cadenas?

Me encantaría decirte que, desde que abracé mi fe, experimenté una libertad total del pecado. Desearía poder afirmar que mi vida refleja completamente Romanos 6:11, «Muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús». Sin embargo, esa no es mi realidad.

Aunque he experimentado libertad en algunas áreas, como superar la ira gracias a la gracia de Dios, aún enfrento desafíos. Después de años de experimentar la fidelidad divina, sigo sintiéndome atrapado.

Este artículo explora por qué luchamos diariamente y cómo podemos encontrar verdadera liberación.

Tres dimensiones del pecado

En Romanos 7, el apóstol Pablo comparte su debate personal:

«A veces quiero hacer lo bueno, pero no puedo. Y cuando trato de no hacer lo malo, termino haciéndolo de todos modos. Pero si estoy haciendo lo que no quiero, eso significa que no soy realmente yo quien lo está haciendo; es el pecado que vive en mí» (Romanos 7:19-20, NTV).

En este pasaje, Pablo destaca tres aspectos clave sobre la naturaleza del pecado y por qué luchamos constantemente:

El pecado como una ley (v. 21)

Así como la gravedad es una fuerza ineludible en la vida, el pecado actúa como un principio que no podemos evitar con nuestra voluntad. Si decides ir al trabajo mañana, no puedes escapar de la gravedad saltando por la ventana del segundo piso para volar. Todos conocemos el resultado.

De manera similar, el pecado es como un imán en tu corazón desde que llegas a este mundo hasta que te vas. No puedes evitar ser atraído hacia el mal que te rodea.

El pecado como una guerra (v. 23)

Las guerras estallan cuando dos partes vehementemente no están de acuerdo. En la guerra espiritual, la ley del pecado y la ley de Dios entran en conflicto. A pesar de desear deleitarnos en la ley de Dios, seguimos siendo propensos a actuar según la ley del pecado.

Cada día, una batalla se libra en el campo de tu corazón. Tus pensamientos, deseos, palabras y acciones revelan que la guerra está lejos de terminar. Aunque a veces encuentres victoria sobre el pecado, habrá momentos de derrota.

El pecado como una prisión (v. 23)

Pablo se describe a sí mismo como un prisionero, atrapado en contra de su voluntad. Todos nosotros, si tuviéramos la opción, elegiríamos la completa libertad del pecado. A veces desearía haber sido llevado a la eternidad en el momento en que acepté a Cristo. Sin embargo, en su sabiduría infinita, Dios ha decidido que permanezcamos en un mundo donde el pecado es una ley y la guerra del pecado persiste.

El pecado tiene una naturaleza que nos atrapa y esclaviza. Lo que comienza como una lucha menor se convierte en un hábito adictivo y destructivo. Incluso si nos liberamos de una celda de la prisión del pecado, a menudo tropezamos y caemos en otra celda poco después.

 
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