Tan Solo una Tumba Vacía

El primer año después de la muerte de mi esposo, no estaba preparada para lo difícil que sería la Pascua. Siempre habíamos vivido en climas más fríos, así que no lamenté una búsqueda de huevos húmedos ni me quejé de tener que llevar un abrigo de invierno sobre mi vestido ese año. Ni siquiera me molestó mucho que la iglesia se hubiera trasladado en línea debido a la pandemia. La parte más difícil de esa primera Pascua fue la tumba vacía de Jesús.

Durante casi cuatro décadas, he leído y cantado las verdades del evangelio de la historia de redención. Afirmo la historicidad de la cruz. Creo en el testimonio de la tumba vacía. Pero nunca entendí la audacia pura de las promesas de Jesús hasta el día en que me paré en la tumba fresca del hombre que amaba, cuando mi sombra cayó sobre la tierra que cubriría el cuerpo de Rob; cuando presencié de primera mano la desgarradora finalidad de la muerte; cuando, con cada fibra de mi ser, clamé para que la tumba se abriera y trajera de vuelta a mi esposo.

Esa primera Pascua dolorosa pensé que un buen cristiano debería regocijarse con abandono ante el dolor. Debería afirmar las promesas de Jesús y levantar mis ojos en una esperanza incontaminada de triunfo eterno. Debería gritar, «¡Oh muerte, dónde está tu aguijón?»

En cambio, todo lo que pude hacer fue llorar por todo lo que aún queda sin terminar. En esa soleada mañana de domingo, lamenté la maldición que está derrotada ahora y aún no. Lloré por mi amado esposo que todavía duerme en Cristo. En esa primera Pascua, me paré en una tumba anhelando que Rob saliera. Pero su tumba en ese tranquilo cementerio sigue sin cambios. Solo la tumba de Jesús está vacía.

Una Tumba Vacía

Hubo un tiempo en el que me hubiera preguntado: «¿Solo? ¿No es suficiente la resurrección de Jesús?» Pero desde que murió Rob, me he dado cuenta de que la tumba vacía nunca estuvo destinada a satisfacer completamente nuestros anhelos.

«[La resurrección] es el comienzo de la Nueva Creación», escribe C. S. Lewis en Milagros. «Un nuevo capítulo en la historia cósmica se ha abierto». De hecho, la cruz satisface la ira de Dios y sella nuestro perdón, pero la tumba vacía es solo el principio. La Pascua no es un fin, sino un comienzo. Si toda la creación todavía espera con expectación su restauración prometida, la tumba vacía de la Pascua debería dejarnos queriendo algo más. «Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron», escribe el apóstol Pablo (1 Corintios 15:20).

Confieso que soy impaciente. No quiero solo una tumba vacía hace 2000 años. Quiero resurrección y una nueva creación completamente realizada ahora. La victoria de Jesús sobre el pecado, la muerte y el Diablo me ha traído nueva vida; pero quiero que las manecillas del reloj de Dios avancen rápidamente. La tumba vacía ha despertado mi apetito. Eso es lo que hacen las primicias. Todos los días desde que murió mi esposo, he orado: «Ven pronto, Señor Jesús». Pero, hasta ahora, la respuesta es un dramático «todavía no». Hasta ahora, solo una tumba está vacía.

Todo en Orden

Cuando Pablo escribe a la iglesia de Corinto sobre Cristo como las primicias, utiliza una palabra que aparece solo una vez en el Nuevo Testamento: tagmati («orden»). «Así también en Cristo serán vivificados todos, pero cada uno en su debido orden: Cristo las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida» (1 Corintios 15:23).

Esta palabra es diferente a palabras similares a lo largo de las epístolas de Pablo. No implica el orden de un calendario o los rangos militares, sino que llama al lector a visualizar un nivel más alto de orden: la intención divina y el plan omnisciente. El lenguaje de Pablo evoca un orden que no está bajo nuestro control, detalles a los que no tenemos acceso. Respondiendo a las preguntas de los corintios sobre la resurrección de los muertos, él asegura a la iglesia que la resurrección está en camino. Pero solo en tagmati, el buen tiempo, sabio, misterioso y omnisciente de Dios.

Cada año, celebramos la Pascua todavía conteniendo el aliento. Nos paramos junto a la tumba vacía y, si somos honestos con nosotros mismos, no es suficiente. El mundo sigue siendo un desastre. La enfermedad y la discordia marcan nuestros días. La resurrección de Jesús, las primicias, ha despertado nuestro apetito. Pero al mirar a nuestro alrededor, no podemos evitar anhelar más.

Anhelamos a Cristo, el Amante de nuestras almas, que venga en gloria. Esperamos ansiosamente el día en que los muertos en Cristo resucitarán, y estaremos siempre con el Señor. Y cada Pascua, hasta que Jesús regrese, Dios nos pide que confiemos en un plan divino del cual solo vemos el comienzo.

Cada Pascua desde que murió Rob, he querido más tumbas vacías. Sin embargo, Dios en su sabiduría y en su buen momento, hasta ahora, solo me ha dado una: las primicias más importantes.

Al acercarnos a otra Pascua, Dios invita a cada uno de nosotros a pararnos en el jardín de José de Arimatea, a confiar en su plan, su orden, su tiempo, incluso cuando no entendemos. Nos pide que reclamemos esta única tumba vacía como la promesa de todo lo que está por venir.

«Si solamente para esta vida esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres», nos recuerda Pablo. Así que ten ánimo, mientras esperas esta Pascua. La resurrección y la redención están llegando.

 
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