¿Te casaste con la persona ‘indicada’?

Si estás en una relación, ¿cómo puedes estar seguro de que has encontrado a esa persona especial? ¿Es alguien con quien apenas discutes? ¿Alguien con quien compartes intereses similares? ¿Quizás esa persona que encaja perfectamente contigo en una prueba de personalidad? ¿O es simplemente alguien con quien te imaginas envejeciendo juntos? Tal vez sea un poco de todo.

Permíteme compartir contigo mi visión sobre este tema. Creo firmemente que la noción de una «persona indicada» conlleva consigo la peligrosa idea de que también podría existir una «persona equivocada». A primera vista, esto puede parecer inofensivo e incluso útil mientras estamos en la búsqueda de nuestra pareja ideal. Sin embargo, una vez que cruzamos el umbral del matrimonio, esta idea pierde su validez.

Si piensas lo contrario, esto puede tener un impacto devastador en tu matrimonio.

Al entrar en el matrimonio con la creencia de que podrías haber elegido a la persona equivocada, es poco probable que enfrentes los desafíos con la misma determinación que lo harías si tuvieras una mentalidad diferente. Si ambos podrían haber elegido a la persona «equivocada», ¿por qué esforzarse tanto para que las cosas funcionen? ¿Por qué no optar por el divorcio y buscar a alguien más «adecuado» (con la esperanza de que esa persona no haya cometido el mismo error y esté casada con otra persona)?

La idea de la persona «equivocada» es la raíz de muchos matrimonios rotos.

Si nos aferramos a la creencia de que podríamos haber elegido a la persona equivocada, corremos el riesgo de socavar los cimientos mismos de nuestro matrimonio. Nos encontramos navegando por aguas turbulentas, llenos de dudas y temores sobre nuestra elección. Y aquí radica el peligro: si ambos creemos que podríamos haber cometido un error, ¿qué nos impide buscar una salida fácil en lugar de enfrentar los desafíos juntos con determinación y esperanza?

La verdad es que el matrimonio es un compromiso sagrado, un pacto entre dos personas imperfectas que eligen amarse y apoyarse mutuamente en medio de todas las adversidades. Es un viaje de crecimiento y aprendizaje compartido, donde la fidelidad y el compromiso son la base misma de la relación.

La ruta romántica

Seguramente has visto esas películas o programas de televisión.

Me refiero a las comedias románticas que narran la historia de un hombre y una mujer que «deberían» estar juntos, pero están «comprometidos» con otras personas. Donde el «amor verdadero» se ve obstaculizado por el destino.

Al principio, no deseamos que terminen juntos, pues valoramos demasiado el matrimonio como para verlo fracasar. Pero a medida que avanza la trama, una serie de eventos e interacciones meticulosamente planeados trabajan para conquistar nuestros corazones de manera sutil y estratégica. Pasamos de pensar «esto está mal» a «quizás» y finalmente a «es necesario». Al final, celebramos cuando la pareja finalmente se une, incluso si eso implica la infidelidad.

Todo un género cinematográfico se basa en esta premisa, una premisa que solo existe cuando se cree en la idea de la persona «indicada» y «equivocada».

El sr. y la sra. Incorrecto

Permíteme ser claro desde el principio: no existe la persona «indicada» hasta que estás frente al altar intercambiando votos matrimoniales. Es en ese momento, cuando dices «sí» a tu compañero de vida, que esa persona se convierte en la indicada.

El matrimonio es mucho más que una unión entre dos personas perfectas; es comprometerse con alguien a pesar de sus defectos. No se trata de ignorar esas imperfecciones, sino de aceptarlas y amarlas incondicionalmente, tal como Cristo nos ama a nosotros (Efesios 5:25).

Y mientras nos adentramos en este compromiso, recordemos que nosotros mismos somos la persona equivocada (Romanos 3:23). Esta verdad transforma el matrimonio en algo aún más glorioso: dos personas imperfectas unidas por el amor divino. ¿Dónde estaría la belleza si nos comprometiéramos con alguien que fuera impecable?

La Persona Indicada es Aquella con la que te Casaste

En lugar de buscar desesperadamente a la persona «indicada», busquemos a alguien que esté en un proceso genuino de santificación. Cuando das ese paso hacia el matrimonio, cuando te comprometes públicamente ante Dios y ante los demás, ¡te felicito! Has encontrado a la persona «indicada». Y si ya estás casado, ¡felicidades! Estás viviendo con la persona indicada (Mateo 19:4-6).

Cuando te encuentres con obstáculos en el camino, recuerda que el mejor matrimonio no es entre dos personas perfectas, sino entre dos personas que necesitan ser redimidas juntas en su relación. Y gracias a Dios, Jesús vino para restaurarnos y brindarnos una relación perfecta con Él (Apocalipsis 21:1-5).

 
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