Tu voluntad vs voluntad de Dios¿Qué es mejor para tu vida?

Seguro has escuchado más de una vez que de los errores se aprende y que las experiencias nos brindan enseñanzas. Y te puedo asegurar que es cierto. Cada acontecimiento en nuestra vida nos ofrece una valiosa lección. Pero, ¿por qué esperar a tropezar para aprender, si podemos hacerlo de antemano?

En lugar de depender únicamente de nuestros errores y vivencias, ¿por qué no aprovechar lo que Dios nos enseña a través de su Palabra? Él nos brinda un manual de instrucciones claro y preciso para nuestra vida: la Biblia, que es su voluntad manifestada.

Dios no nos dejó a la deriva en este mundo, sin guía ni dirección. Nos creó con libre albedrío, sí, pero también nos reveló el camino del bien y del mal, el sendero que conduce a la bendición y aquel que nos lleva a la maldición. Nos dio sus mandamientos y preceptos, señalando claramente lo que debemos hacer y lo que debemos evitar. Sus instrucciones son tan claras que no podemos alegar ignorancia.

Es verdad que muchos crecimos conociendo la existencia de la Biblia, pero sin comprender su contenido. Sin embargo, esta falta de conocimiento no nos exime de la responsabilidad de seguir la voluntad de Dios. ¿Quién no conoce los diez mandamientos? Son parte de nuestra cultura, están arraigados en la conciencia colectiva. Pero lo importante no es solo conocerlos, sino obedecerlos.

Entonces, ¿cuál es la mejor opción para nuestra vida? ¿Seguir nuestra propia voluntad o la de Dios? La respuesta está clara: seguir la voluntad de Dios nos lleva por el camino de la vida abundante y la bendición. No necesitamos tropezar para aprender, sino abrir nuestro corazón a la sabiduría que Dios nos ofrece en su Palabra.
El seguir las instrucciones de Dios nos asegura muchas bendiciones a nuestro favor, pues no hay nada malo en obedecer su Palabra.

Una de las promesas que nos ofrece es la larga vida y la prosperidad. Esta verdad está presente en diversas partes de la Biblia, como en Deuteronomio 5:32-33, Proverbios 3:1-2 y Proverbios 4:10.

Pero, ¿por qué resulta tan difícil obedecer la Palabra de Dios y hacer su voluntad? ¿Qué obstáculos se interponen en nuestro camino para seguir sus instrucciones?

Yo diría que se trata de algo pequeño pero bastante complejo: ¡el corazón!

Veamos un poco más sobre el corazón para comprender por qué es el principal obstáculo o resistencia para cumplir la Palabra de Dios.

Profundicemos en el significado del corazón:

Sabemos que físicamente el corazón es un órgano muscular vital que bombea sangre por todo nuestro cuerpo, dándonos vida. Sin embargo, en un sentido espiritual, el corazón desempeña un papel crucial. En la Biblia, cuando Dios se refiere al corazón, nos habla del centro mismo de nuestra ser, nuestra esencia y nuestras emociones. Algunos versículos nos revelan esta verdad:

Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.Jeremías 17:9-10 (RVR1960)

Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; Pero Jehová pesa los corazones.Proverbios 21:2 (RVR1960)

Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.Mateo 15:19 (RVR1960)

El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.Lucas 6:45 (RVR1960)

Ahora que comprendemos lo que implica la instrucción de Dios, es decir, Su Voluntad, y entendemos el papel del corazón, es decir, nuestra voluntad, adentrémonos en el núcleo del asunto.

El versículo de Jeremías 17:9-10 me impacta profundamente. Nosotros pensamos que conocemos nuestros propios corazones, pero el Señor nos revela que solo Él los conoce con precisión. Cuando se refiere a que el corazón es engañoso, nos está indicando que nuestras propias razones, emociones y sentimientos a menudo pueden ser traicioneros.

Es por ello que debemos ser prudentes al seguir nuestro corazón, ya que corremos el riesgo de salir perjudicados, tanto emocional, espiritual como físicamente. No siempre es malo seguirlo, pero el Señor nos advierte en Mateo 15:19 que de él provienen todas las atrocidades que mencionamos anteriormente. Además, en Lucas 6:45, nos enseña que de la abundancia del corazón brotan tanto lo bueno como lo malo.

Permíteme ilustrar esto con algunos ejemplos peculiares:

Todos conocemos los mandamientos de Dios; sabemos que el acto de fornicar es un pecado, pues así lo ha dispuesto Dios en Su sabiduría. Sin embargo, es posible que nos encontremos en una relación sentimental, que estemos enamorados y que la pasión del momento nos envuelva, llevándonos a formular suposiciones según nuestro propio entendimiento. Es entonces cuando nos dejamos llevar por el corazón, es decir, por nuestros sentimientos y emociones, dejando de lado lo que Dios ha establecido para nuestro bien. Y así, caemos en la tentación.

Cuantas lágrimas y dolor nos ahorraríamos si escogiéramos hacer las cosas como Dios lo demanda en su Palabra. ¡Seguro que muchísimas!

Seguir la voz del corazón no es malo, siempre y cuando esta, vaya alineada a la voluntad de Dios. Si por el contrario la voz de tu corazón dice una cosa y la voz de Dios dice otra, alguna voz está equivocada y lo más probable es que sea la tuya. Ellas deben estar de acuerdo, en armonía, en fin alineadas a un mismo propósito.

Imagina que tu corazón te insta a salir con ese chico, pero luego descubres que él no tiene a Dios en su corazón, practica el ocultismo, y además, tú ya tienes novio y estás comprometida para casarte. ¡Vaya error!

Ahora, veamos qué dice Dios al respecto: «No te unirás en yugo desigual» (1 Corintios 6:14), y «No cometerás adulterio» (Éxodo 20:14).

¿La voz de tu corazón está alineada con la voz de Dios en este ejemplo? Claramente, no.
No hace falta ser muy sabio para darse cuenta de ello.

A menudo, nuestros planes son necios, nuestros corazones son necios, pero la voluntad de Dios es perfecta. Nosotros nos equivocamos con frecuencia, pero Dios nunca se equivoca. Por lo tanto, si reconocemos que como seres humanos somos propensos a cometer errores, hagamos las cosas a la manera de Dios y podremos estar seguros de que actuamos correctamente.

No es fácil, porque es la voluntad de Dios contra la nuestra, y seguir Su voluntad implica renunciar a muchas cosas, dejar de hacer muchas cosas, e incluso, tal vez, apartarnos de algunas personas. Pero si obedecemos como Dios manda, podremos vivir tranquilos y en paz. ¿Qué mejor que eso? Podremos confiar en que no nos sobrevendrá ningún mal, al menos no por nuestra desobediencia. Siempre podremos contar con el favor y la gracia de Dios todopoderoso.

Querido hermano/hermana, si Dios te dice que no vayas por un camino determinado, entonces no lo hagas. No ignores la voz de Dios solo porque no es lo que esperas escuchar. No te resistas a obedecer Su voz si sabes que ya te ha estado hablando de diversas maneras. No seas como el niño al que la madre le advierte una y otra vez que no meta los dedos en el ventilador porque es peligroso, pero el niño no hace caso hasta que recibe una reprimenda más fuerte. No esperes a que Dios tenga que hacer lo mismo, porque te aseguro que Su disciplina será mucho más severa.

¿Cuál voz vas a seguir? ¿La de tu necio corazón o la voz del perfecto Dios?

Recuerda siempre: «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida» (Proverbios 4:23).

Ahora, comparemos lo que el mundo ofrece con la voluntad de Dios:

Lo que el mundo ofrece: La voluntad humana

  • El mundo te ofrece algo «BUENO»: lo cómodo, lo fácil.
  • El mundo te ofrece lo «TEMPORAL»: lo vano, lo efímero, un simple placer momentáneo.
  • El mundo te ofrece todo en «BANDEJA DE PLATA»: todo aparenta ser hermoso, perfecto, extraordinario, e incluso, increíble.

Lo que Dios propone: Su voluntad

  • Dios te quita lo que es «bueno» para darte lo «MEJOR».
  • Dios quiere darte lo «PERMANENTE»: lo puro, lo verdadero, lo genuino, la felicidad duradera, lo eterno.
  • Dios no te da las cosas de la nada, no porque no pueda hacerlo, sino porque primero nos moldea, nos transforma, y nos prepara para recibir lo que Él tiene preparado para cada una de nosotras. Aquello que es «REALMENTE VALIOSO».

Fuente: explorarDios
 
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