8 verdades que te evitaran un desastre [Parte 1]

Este artículo está dirigido a los jóvenes cristianos que están en una relación de noviazgo y que están pensando a largo plazo, buscando una relación duradera para toda la vida. Especialmente para aquellos que han completado sus estudios universitarios o están trabajando y enfrentan el desafío de tomar decisiones importantes sobre su futuro matrimonial. Se plantean preguntas como: ¿Me casaré algún día? ¿Con quién? ¿Cómo sabré si él o ella es la persona que Dios tiene para mí? ¿Qué sucede si me quedo solo/a?

Estas preguntas pueden atormentar a más de un alma joven. El matrimonio, como una relación duradera de pareja, no debe tomarse a la ligera; más bien, requiere seriedad, reflexión, oración y asesoría. Este artículo también puede ser útil para jóvenes de menor edad con una madurez emocional que comprenden que el «noviazgo» no es un juego. Además, puede proporcionar respuestas a jóvenes que, por diversas razones, no están involucrados en ninguna relación amorosa, pero aún tienen preguntas sobre el tema.

1. ¿Quiero Casarme?

En la sociedad actual, la perspectiva del matrimonio ha experimentado cambios significativos. Muchas parejas eligen no casarse, argumentando que están probando la relación antes de comprometerse, o consideran que el papel del matrimonio no es fundamental para validar su amor. Algunos incluso creen que el matrimonio es innecesario y que Dios conoce su amor sin necesidad de complicarse la vida con formalidades.

Sin embargo, como cristianos, sostenemos que el matrimonio es el contexto adecuado para construir una vida duradera con nuestra pareja. Ofrece un espacio para experimentar el placer sexual de manera saludable y segura, además de contribuir a la preservación natural de la especie humana. El matrimonio proporciona compañía, seguridad y empatía, y va más allá de ser simplemente un «sacramento eclesiástico», siendo una institución divina destinada a que hombres y mujeres alcancen su plenitud.

La pregunta «¿Quiero casarme?» es completamente legítima, y cada persona debe hacerla sin sentir presiones ni prejuicios. Es una decisión personal que merece una reflexión sincera sobre lo que realmente se busca en una relación a largo plazo.

2. Soltería por elección

La situación de los solteros plantea preguntas adicionales: ¿son menos cristianos que los demás? ¿debemos sentir compasión o lástima por ellos? ¿hay algo negativo en su elección? Es fundamental abordar este tema con respeto y comprensión, evitando juicios precipitados, ya que la decisión de permanecer soltero merece una consideración más profunda (tema que podría abordarse en un artículo aparte).

Es importante reconocer que la soltería, elegida de manera consciente, no tiene nada de negativo. Hay personas que han decidido abrazar la soltería como su estilo de vida, incluso cuando han tenido la oportunidad de casarse. Juzgar a estos individuos sin conocer los factores que influyen en su elección sería injusto.

Tengo amigos solteros, tanto hombres como mujeres, que son increíblemente felices en esta etapa de sus vidas. No experimentan carencias ni tienen el deseo de contraer matrimonio. Estas personas son tan cristianas como aquellos que han decidido casarse. Es esencial evitar señalar con el dedo, avergonzar desde el púlpito o hacer bromas pesadas sobre la soltería. En el futuro, exploraré las bendiciones que trae consigo ser una persona soltera.

3. Jugando con fuego

Ahora, me dirijo específicamente a aquellas parejas de novios que llevan años de relación (5, 6, 7, ¡incluso 9 años!) sin haber contraído matrimonio. No estoy hablando de parejas que ya conviven o tienen hijos, sino de aquellas que han decidido prolongar su noviazgo, manteniendo una relación íntima pero sin llegar al compromiso formal del matrimonio.

Estas parejas a menudo se embarcan en una danza peligrosa donde los límites de la relación se desdibujan, y las expresiones de afecto van más allá de los besos y abrazos. Se aventuran en tocamientos sexuales e incluso en actos explícitos una y otra vez. Aunque algunas justifican estas acciones con la afirmación de que pronto se casarán, la realidad es que, después de varios años, el compromiso matrimonial sigue siendo una promesa incumplida.

Es crucial que reflexionen sobre la seriedad de su compromiso y las decisiones que toman en su relación. Las constantes recaídas seguidas de arrepentimientos y promesas de enmienda deben ser analizadas con sinceridad. Asistir fielmente a la iglesia y hacer promesas a Dios de santidad no deben ser meros actos formales si las acciones cotidianas contradicen estas afirmaciones. El llamado es a la honestidad consigo mismos y con Dios, para evitar la peligrosa repetición de patrones que comprometen la integridad de la relación.

A las parejas que han tejido una prolongada relación de noviazgo, mi mensaje es claro: ¡cásense, contrólense o sepárense! En 1ª Corintios 7:8-9, el apóstol Pablo aconseja que, si no pueden dominar sus deseos sexuales, es preferible el matrimonio. La Escritura enfatiza que es mejor casarse que verse envuelto en la quema de deseos descontrolados.

Los expertos en consejería matrimonial sostienen que una relación de noviazgo no debería extenderse más allá de 2 a 3 años. ¿La razón? Después de este tiempo, existe la posibilidad de que las parejas busquen satisfacer sus deseos de manera explícita, que la relación se vuelva monótona y que, incluso, puedan estar comprometidos con la persona equivocada. La extensión del noviazgo puede cegar a las parejas ante otras posibilidades.

Es importante considerar que una relación duradera antes del matrimonio no garantiza una unión más exitosa. La experiencia ha demostrado que las parejas que han mantenido un noviazgo corto, de dos o tres años máximo, sin involucrarse en juegos sexuales previos, tienden a tener relaciones matrimoniales tan sólidas como aquellas que han prolongado su noviazgo. Este llamado a la acción busca fomentar decisiones conscientes y responsables que fortalezcan la integridad de la relación y allanen el camino hacia un matrimonio sólido y duradero.

Recuerden la sabiduría de generaciones pasadas, donde el noviazgo breve no fue un obstáculo para uniones matrimoniales exitosas que han perdurado durante décadas.

 
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